08 - 02 - 2019

Primero, desde la China nos invadieron con productos cotidianos a bajo precio, habituándonos a la apertura de una tienda en cada calle, después en Corea se empezaron a producir coches baratos, más tarde, marcas de ropa a precios increíbles, emergieron compañías aéreas de bajo coste y también un sinfín de empresas que, gracias a la globalización, nos inundan con sus productos en una escalada de precios a la baja para anular a sus competidores, cambiando radicalmente la percepción del hábito de nuestras compras y dejando que perdamos algunas cosas por el camino.

La mayoría hemos aceptado con cierta naturalidad este fenómeno y en mayor o menor medida nos beneficiamos y, aunque en determinados casos no seamos muy fans de esos productos o servicios, pensamos que mientras vaya bien para nuestro bolsillo, accederemos a los que nos interesen. Es lo que hay, la ley de la oferta y la demanda de la globalización.

Esta tendencia parece que no tiene fin y también afecta a nuestro sector. La demanda de productos con precios a la baja, en cierta medida provocados por la crisis, se ha convertido en algo normal y tiene consecuencias muy preocupantes en lo que algunos proveedores sirven a las cocinas de determinados restaurantes. Ofrecer un menú diario por debajo de los 10€, posee más de una lectura. O el servicio es inmenso, o lo que se cocina posee dudosa calidad.

Lo anterior viene de una reflexión por lo que ha sucedido recientemente con la carne de vaca enferma de origen polaco que ha salpicado con imágenes horrendas los medios de comunicación y espero que la conciencia de más de uno se haya dado por aludida, aunque quien no tiene escrúpulos puede presumir de poca. Hemos visto en los programas de los Chefs Ramsey o de Chicote, como se utilizan productos en mal estado y son servidos a los clientes, cocinas sucias y cocineros con escasa o ninguna conciencia higiénica, pero ver en las imágenes de la prensa esta carne polaca, me hace pensar en lo que muchas veces se consume y pasa desapercibido.

Soy un gran defensor de los productos de proximidad, de temporada, con denominación de origen, porque además de poseer virtudes gastronómicas indiscutibles, no tienen nada que ver con productos que llegan a los mercados desde la otra punta del mundo. Es lamentable observar cómo se dejan pudrir en los campos levantinos cientos de toneladas de mandarinas, no porque inclemencias meteorológicas hayan producido estragos, sino por decisiones políticas de la UE que ampliaron hasta el mes de noviembre del año pasado la entrada de cítricos procedentes de Sudáfrica.

Los asadores, restaurantes y cocineros que miman la carne, están realizando un tercer grado a sus proveedores respecto a la procedencia de sus carnes, preocupados por el efecto boomerang de estas nefastas noticias de la carne polaca. Recordemos que cuando estrenamos siglo, el suceso de las vacas locas conmovió a medio mundo, se originó tal alarma social que hasta pasados dos años no se volvió a la normalidad de consumo.

El contrapunto es la dedicación de muchos productores cercanos para preservar la cría y sus sistemas de buena alimentación y trato hacia el ganado. Creo que les resultará duro competir con los desaprensivos que sólo piensan en sus beneficios económicos, ofreciendo al mercado productos que permitan ofrecer ese menú por debajo de los 10€.

Espero que este nuevo año del cerdo chino, muchos no actúen identificándose con el término despectivo de este animal y les haga reflexionar de que la usura y la mala praxis con la carne, no sólo puede causar riesgos graves a la salud, también provocar en el consumidor un rechazo generalizado y posponga para otro día un buen asado.

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