01 - 07 - 2015

Le invité a sentarse y le ofrecí una cerveza. Todavía quedaban algunas en la nevera, sobrevivientes de las continuas reposiciones que manifestaban mi devoción por esta bebida. Cuando se la serví en una copa helada tomó un sorbo e iniciamos nuestra conversación, momento en el que aproveché para unirme al ritual con otra copa rebosante de espuma. Mientras hablábamos con el aire acondicionado a todo trapo, noté que observaba la mesa repleta de latas y botellas vacías, testimonios olvidados de otras conversaciones, inacabadas quizás, pero siempre iniciadas con buen ánimo y llenas de contenido. Me había sugerido tomar una birra en el bar de la esquina, pero decliné la opción porque mi casa era el mejor lugar para curar una resaca de palabras y mi cerebro no estaba para dejarse influir por otras voces y contenidos que pudieran distorsionar aquello que quería proyectar, diferentes a las sensaciones de bullicio como las que viví en un viaje en el que visité los puertos de Holanda cuando se celebraba la fiesta de la pesca, conversando con la gente, comprando cerveza en los muchos puestos que la ofrecen y comiendo arenques crudos.

Morena, rubia, premium, de barril, en botella, artesana, la cerveza en cualquiera de sus formas siempre se nos muestra atractiva, manifestándose socialmente como habitual acompañante en nuestras conversaciones,  omnipresente en el aperitivo o acompañando unas tapas. También conocida como la rubia del verano, aunque lo sea todo el año, quedó en nuestra memoria por un machacón eslogan que se puso en marcha para incrementar su consumo durante los meses calurosos o añadiendo otros tintes como el limón, para disimular la baja graduación de esta bebida y presentándola en un spot con ambiente alienígena que proporciona sombra a Sevilla para alegría de sus habitantes.

Pero hablando de su consumo, la tradición cervecera viene de lejos, con la diatriba de barril o botella incluida. En Catalunya importantes marcas como Moritz, Damm o San Miguel, han sido durante muchos años hegemónicas con su espuma fugaz en los vasos o copas, compitiendo entre ellas para conseguir la mejor parte del pastel de los consumidores. Han visto cómo han aparecido otras opciones con las cervezas artesanas, significado un incremento del consumo de quienes la tomaban de una forma moderada, quienes se han animado a explorar nuevas marcas y añadir a sus conocimientos, terminologías y opinión como si de repente se hubieran convertido en expertos catadores de las más de 350 marcas catalanas, favoreciendo la apertura de nuevos establecimientos que se han convertido en lugares de moda y casi de culto, en los que la protagonista de los tiradores de la barra o las botellas son marcas desconocidas y en algunos casos con sonidos un tanto estrambóticos. Suenan nombres como Cerdos voladores, denominada por su elaboradora Barcelona Beer Company, como su gamberra y más simpática cerveza artesanal. Y también de esta compañía, La bella Lola, de la que dicen es la más bella, inteligente, seductora, elegante, divertida y con una fascinante personalidad, eso sí con hábitos alimenticios saludables. También suenan otros nombres como moska, en sus versiones negra, rosa, torrada…

En definitiva, la cerveza artesanal podemos saborearla en cualquiera de la multitud de bares que suministran este producto o comprarla online, escogiendo entre la amplia oferta que nos proponen sus fabricantes. Otra opción es fabricar nuestra propia cerveza, facilitada por la multitud de proveedores que ofrecen los productos necesarios, habilitando en casa un espacio en el que los alambiques transmuten un pequeño tesoro con el que sorprender a familiares y amigos.

Siempre nos quedará el consuelo de tomar una birra bien fría en el bar de la esquina, solo o con compañía, pero si estamos en casa y no sabemos qué hacer con ella, podemos utilizarla como acondicionador de pelo. Hay quien afirma, no precisamente la industria especializada en productos capilares, que utilizar cerveza proporciona un cabello suelto, radiante y brillante por su contenido de malta y lúpulo, cuyas proteínas combinadas con yema de huevo, nos garantizarán esa melena que siempre se nos muestra en los anuncios. Aunque hay quien va más allá y utiliza la cerveza para pulir muebles o como aditivo para regar las plantas.

Jose Rabadán

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